jueves, 14 de agosto de 2008

Diario del Festival X: Los bastardos


Volviendo a la luz, de Delia Ackerman, es el único trabajo nacional que compite en el apartado de documentales, quizás sin mucha suerte. Este documental con fisonomía y carácter de reportaje busca conmover con testimonios de algunos judíos sobrevivientes del holocausto de la Segunda Guerra Mundial, pero que termina adormeciendo por el convencionalismo de su estructura, a pesar de durar apenas 52 minutos.


Primeros planos tras primeros planos componen este testimonial honesto, pero predecible y soso. Queda la impresión de que estuve ante un trabajo amateur de un estudiante promedio, con pocas luces, que por su falta de oficio se conforma con la inteligibilidad. Indiferente obra que aspiró a mucho (un premio en un festival) para su condición.

Una extrañeza apreciable es la brasileña Ainda orangotangos, de Gustavo Spolidoro, compuesta de un solo plano secuencia, que recoge una tarde noche variada en emociones y situaciones en Belo Horizonte. Grabada en digital y con cámara al hombro, este único plano muestra la variopinta ciudadanía del sudeste brasileño, en diferentes quehaceres y estados de ánimo. Las acciones y sus figurantes van degenerándose al pasar los minutos (entiéndase horas) hasta llegar a la oscura noche en un ambiente de irrealidad hilarante.

Esta atrevida propuesta, atractiva más por su audacia que por su discurso, es parte de una cinematografía brasileña que busca renovación e identidad actual, pues sus tiempos presentes dan para la añoranza. Aunque parezca presuntuosa y resulte a varios antipática, Ainda orangotangos es una travesura válida y perdonable en estas épocas burguesas.

Opiniones diversas y encontradas despierta una nueva entrega de la ya célebre Mantarraya Producciones, encabezada por Carlos Reygadas, hijo predilecto del Festival limeño, que ahora nos entrega Los bastardos (en la foto de arriba), de Amat Escalante, una de las mejores películas del festival, y medallista en mi podio personal.

Las alusiones, calcos y homenajes en una entrega fílmica son confundidos entre ellos mismos. Por eso, con ojeriza, Escalante es denunciado de ser un seudo contemplativo, seguidor limitado de Reygadas y aspirante menor de la vileza de Haneke, confundido con morbo posero. ¿Acaso sólo Reygadas reposa en un mismo cuadro por varios segundos?, o ¿sólo Haneke puede mostrar sangre en planos abiertos y sin ningún aspaviento? Si Amat los asemeja en algunos detalles, no trascendentes para el todo, ¿lo hace un cineasta de citas y de originalidad de fotocopista? Sólo la distensión antes y durante el visionado –con el menor porcentaje de prejuicio posible- puede responder a esa pregunta con lucidez.

Los bastardos se inicia con un cuadro (plano casi inmóvil de aproximadamente 2 min.) de gran profundidad en la que dos individuos desaliñados se desplazan con calma desde el fondo hacia al frente. Antes de los créditos iniciales este plano sugestiona sobre el tempo con el que se sucederán las tomas, sin prisa, como latentes y expectantes al cambio de tuerca o al zumbido reactor. Es que Los bastardos es una película más de (y para) reacciones, que de acciones, pues no pretende ceñirnos a una historia con desenlace esclarecedor de sus secuencias previas, sino que cada acto es producto de lo imprevisto, de la pulsión que se motiva y ejecuta en su misma toma.

Tácito (pero equívoco) es el motivo de los dos mexicanos, inmigrantes ilegales, por el cual abordan la casa de una disfuncional (y tradicional) familia gringa: el dinero, que siempre se quiere cuando no se tiene.

Realmente, sus presencias y estadía dentro de la residencia responden al fin de sentir el confort del hogar, dejado atrás por un futuro incierto, queriendo ser atendidos en la cena, nadar en la piscina cual suya y ver TV recostados en cómodos sillones, aunque coaccionen a la mujer/madre/esposa para ello. Esas acciones suceden sin sobresaltos ni asomo de violencia, pero los instintos responden al salvajismo, no al planeamiento. Por eso, la cabeza de la mujer estalla por un balazo directo sin haberse esbozado como posibilidad, porque tanto un chapuzón como ese homicidio son actos guiados por el antojo inmediato, y eso Escalante lo versa sin conmoción ni parafraseo.

Los bastardos se refiere a la naturaleza y motivación de las (re)acciones, desobedientes a todo guión o plan de vida, que se hacen con dos segundos de antesala o menos. No hace énfasis en el trabajo, la cena, la discusión o el homicidio, pues son todas posibilidades que tenemos como hombres, que sin distinción moral o ética nos demandan el mismo esfuerzo. Amat Escalante es más que un buen cineasta, porque Los bastardos es más que una buena película.

John Campos Gómez

2 comentarios:

R.M.O. dijo...

'Los bastardos' no es una mala película, pero no tiene nada nuevo que ofrecer. 'Los bastardos es sorprendente' dicen, creo q todos sabemos en dónde radica el gran asombro. Si quieres asombrar a la gente, dejarla con la boca abierta, filmate una escena de violencia sin tapujos, y ya está. Esta es una película sobre el desgano, sobre personajes poseidos por una existencia que no parece estar ni dirigirse hacia algún estado de animo, ni alegría ni tristeza, ni aburrimiento ni interés, ni pesimismo ni esperanza. Existencias de las que valdría decir que están más cerca de la conciencia de la nada que de la del ser. Existencias que 'nadean', aludiendo (y talvez agrediendo) a Heidegger. Por ello es que no acuerdo contigo en que es una película de reacciones, porque siempre hay una constante y única reacción a todo, siempre la misma actitud del desinterés más profundo, el desgano. Talvez sea una película de una reacción, o talvez una película de la no reacción.

En medio de esto llega el evento de la casa norteamerícana, sin duda lo más logrado de la película. La violencia surge sin sobresaltos por parte de los mexicanos, dueños del profundo desgano. El sobresalto surge recién con la llegada del hijo norteamericano, allí comienza a correr el mexicano, allí es que recién se alarma, que ve surgir en sí sentimientos que desenvocan en la escena final, en la que él se entrega a su sentimiento mientras los demás siguen impávidos trabajando, sumergidos en su nada.

Como dije, la película no es mala, por el contrario es clara en sus objetivos (sin significar que estos sean consisos y determinados en el transcurso de la historia). Un película que ciertamente tiene algo que mostrar, pero nada que me haya parecido novedoso. O talvez sea simplemente que ella me trasmitió su desgano.

John Campos-Gómez dijo...

Si has leído mi comentario sabrás que no soy partidario de "Los bastardos es sorprendente", ni que mi "asombro" radica en el salpicón de sangre.
Las reacciones no precisamente tienen que ser apaventosas, sino que por responder a un estímulo ya lo son.
El estímulo de querer nadar, de querer tener sexo o de matar se presentan limpios, como comportamientos naturales del hombre, que sin morbo ni énfasis se muestran como son.
Los bastardos no pretende originalidad, solamente es la perspectiva de su autor sobre la imposición de la fuerza, que coacciona para su placer.
Lo del desgano se ve en la superficie, puesto que los personajes son inexpresivos, pero no "desganados", pues siguen motivaciones, que varian según su reacción o deseo imediato. Que Los bastardos sea aletargada no habla del desgano, sino de un estilo de narración.
Saludos, Soothsayer