lunes, 9 de agosto de 2010

La felicidad de vivir


“La felicidad de vivir” (“Okuribito”, 2008), de Yojiro Takita, está en cartelera, lo que resulta excepcional tratándose de una película japonesa. Es verdad que ganó el Óscar a la mejor película extranjera en el 2009, pero ya ni ese premio garantiza la exhibición de una cinta en el Perú, que tiene una cartelera dominada, asfixiada y colonizada por los “tanques” de la distribución estadounidense. En otros países, “Okuribito” se ha exhibido con títulos como “Despedidas” o “Partidas”, más adecuados que “La felicidad de vivir”. Porque la cinta muestra eso: ceremonias mortuorias que vemos repetirse una y otra vez.


Daigo (el actor Masahiro Motoki), músico que pierde el empleo en una orquesta donde toca el cello, encuentra trabajo en una empresa dedicada a preparar cadáveres antes del funeral. Es un rito codificado que se realiza frente a la familia, con una puesta en escena invariable.

Desde el inicio, la película establece las reglas del juego: vemos a Daigo cumpliendo el rito de lavar, vestir y maquillar el cadáver de una muchacha. La laboriosa ceremonia, que oculta la desnudez del cuerpo a la afligida familia, se ve perturbada por un hallazgo inesperado que gira el tono grave de la situación hacia un humor embarazoso. A partir de ese momento, la preparación de cada cadáver se convierte en una anécdota más o menos colorida que le permite al director Takita describir el aprendizaje de Daigo, que va del asco a la realización personal, pero también el rígido y codificado protocolo de la ceremonia. Lo mejor de la película se encuentra en algunas de esas escenas desconcertantes, con el actor principal apostando a lo burlesco en medio de un escenario luctuoso. Luego de mostrar terror o náusea ante un cuerpo descompuesto o de sobrecogerse ante la muerte de una persona joven, aparece algún costado insólito o divertido del asunto.




Ricardo Bedoya

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