miércoles, 1 de septiembre de 2010

FRONTERAS LEJANAS: EL CINE DE AMERICA LATINA Y EL DE OTRAS PARTES (I)


Este texto de Isaac León Frías, que se publicará en 3 partes, es la versión completa del artículo que apareció en el número 3 de la revista "Ventana indiscreta".



Este es un intento de aproximación entre las cinematografías de América Latina y la de otros territorios, tentando posibles afinidades en diversos niveles: el estado de la producción, dificultades de la distribución, conexiones expresivas... Se barruntan similitudes en el tratamiento de relatos ubicados en geografías boscosas y se conjetura sobre algunas películas rumanas próximas a nosotros de diversas maneras.

Isaac León Frías

I
¿Es posible encontrar analogías entre lo que está ocurriendo en los cines de América Latina y en otras partes del mundo? Sí y no. Evidentemente, cada región tiene su propia historia y sus peculiaridades y cada país las suyas, con lo cual el perfil de las cinematografías, por cercanas que sean, admite claras diferencias. Así ha ocurrido a lo largo de la historia del cine, no solo a escala de los países que entre otras cosas se diferencian por la lengua o lenguas habladas, sino también en aquellos que comparten una lengua común. Esto se aplica a las supuestas afinidades que unen a las cinematografías de nuestra región. Esas afinidades fueron, en todo caso, mayores en el pasado que en las últimas décadas, es decir, hubo mayor proximidad, pese a las peculiaridades idiosincráticas, entre las comedias mexicanas y argentinas y, más aún, entre los melodramas de uno y otro país que las que puedan existir en las últimas décadas. Incluso, directores como José Bohr o Luis César Amadori dirigieron melodramas en las dos grandes capitales de la industria fílmica en español del continente y Arturo de Córdova, reputada primera figura del melodrama mexicano incursionó, asimismo, en Argentina. Uno de los clásicos argentinos más reconocidos del género, Dios se lo pague, estuvo protagonizado por de Córdova.

En cambio, las últimas décadas han sido escenario de la dispersión. Las industrias mexicana y argentina dejaron de ser lo que habían sido, la política de géneros se diluyó o pasó a la televisión, especialmente bajo el formato de la telenovela, donde desde los años 50 se inicia una nueva vida del género melodramático en los estudios de Televisa. Sin embargo, en estas últimas décadas se instala un cierto pan-latinoamericanismo en el sentido de que se habla como nunca antes de un “cine latinoamericano”, una categoría muy vaga que envuelve las manifestaciones cada vez más diferenciadas de lo que se hace aquí y allá. El rótulo del “nuevo cine latinoamericano” haría pensar en una “unidad” mayor de la existente. En realidad, en las últimas décadas las diferencias se han marcado en la producción de los diversos países. Si antes hubo un mercado común para el cine de México y, en menor medida, Argentina, eso dejó de existir hace mucho tiempo y la idea de un “nuevo cine latinoamericano” lo que cubre es en verdad el deseo, no exactamente de una vuelta al pasado (imposible, además), pero sí de un estado de cosas en el que la producción sea boyante y la circulación de películas fluya de manera regular por las pantallas que van de México a la Patagonia.

II
¿Qué es lo que unifica al cine de América Latina en los tiempos que corren? Pues, la producción subsidiada desde dentro y fuera de cada país, las dificultades de expandir un mercado que, salvo en una cuota muy reducida, no va más allá de los intramuros, la pugna por ganar espacios de pantalla en los propios territorios nacionales.

Lo dicho nos conduce a una situación compartida casi a nivel mundial y es la tensión provocada por la ostensible hegemonía de la producción norteamericana, de la que apenas si se libran unos pocos (India, Irán, Corea del Norte, China, Cuba…). En algún caso la producción local es tan sólida y abundante que sirve de firme contrapeso, como en la India. En China la exhibición de películas norteamericanas es aún restringida. En Europa, quienes cuentan con cinematografías más arraigadas y espacios de pantalla protegidos (Francia y España, por ejemplo) se defienden con sobresaltos . Pero, en general, y dejando de lado a la India, China y muy poco más, el común denominador universal es el enorme desbalance entre la producción hollywoodense y la que sale de los otros centros productores grandes, intermedios y pequeños. Y el desbalance se manifiesta especialmente en el terreno de la distribución, pues es allí donde las diferencias se hacen abismales. Véase lo que ocurrió hace unos meses con Avatar, cuyos montos de recaudación en la temporada de estreno se aproximan a los que obtuvo Titanic hace 13 años. No hay nada comparable ni de lejos a esas ganancias millonarias que proceda de otros territorios. Ningún otro centro productor podría imaginar acercarse a esos ingresos enormes.

En América Latina esa hegemonía, como sabemos, es aplastante y eso nos aproxima de una u otra manera a lo que ocurre en otras partes, donde las industrias locales o aquellas que, como en el Perú, tienen una débil producción interna que no alcanza el rango de industria, parecerían al borde de la extinción, si la circulación de los filmes se midiera en volumen de ganancias. Cierto, las situaciones son cambiantes y los términos comparativos tienen que perfilarse con enorme cuidado. Por ejemplo, el cine argentino acaba de tener un éxito inusitado con la película de Juan José Campanella El secreto de sus ojos, que ha superado con largueza los dos millones de espectadores en el territorio nacional. Pero esos éxitos no abundan y no admiten que se pueda hacer ningún paralelo con la cadena de blockbusters de Hollywood que sacuden el mercado en las temporadas más rentables del año y en otras menos rentables también.

Con todas las diferencias, no hay duda de que el “enemigo principal”, como se designaba en otros tiempos al imperio norteamericano (o hollywoodense, si del cine se trata) aproxima las cinematografías de nuestra región a muchas otras diseminadas por el planeta. ¿Qué puede pasar más adelante con las economías que despuntan y sus alcances en el terreno fílmico? Hablamos, claro, de India, Rusia, Sudáfrica, Brasil y, ya con ventaja, China. Es difícil anticiparlo, pero todo indica que no se verá ni a corto ni a mediano plazo un cambio sustancial. China apunta a las superproducciones. Zhang Yimou dirigió algunas de ellas (Héroe, La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada). John Woo ha hecho un díptico de época con el título en inglés Red Cliff (Acantilado rojo), con el presupuesto más elevado en la historia del cine chino. El biopic sobre Confucio, interpretado por Chow Yun-Fat es un nuevo escalón en el interés del gigantesco país asiático por encontrar un espacio propio en las pantallas del mundo. Pero, frente a Avatar o a 2012 o a Transformers poco es lo que se puede hacer por ahora. Y en ese panorama las posibilidades latinoamericanas son muy débiles.

Isaac León Frías

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos detalles:
- Televisa no existía en los años 50. Es Telesistema Mexicano quien inicia las telenovelas en México. En 1972 esta empresa de la familia Azcárraga se fusiona con una televisora de la ciudad de Monterrey, Televisión Independiente de México, y nace Televisa.
- No hay que olvidar la carrera hollywoodense (breve pero interesante, con buenas películas de Leisen y Tuttle) de Arturo de Córdova. Se puede suponer que no sólo sus éxitos en el cine mexicano de la época (El conde de Montecristo, Crepúsculo, La diosa arrodillada) motivaron sus dos participaciones en el cine argentino (QDslp y Pasaporte a Río), sino que acaso sobre todo fue su efímera fama de galán latino en Hollywood lo que lo convirtió en una buena apuesta para la ampliación del mercado argentino no sólo a tierras mexicanas sino también de EU. Hollywood estuvo muy presente en la colaboración entre las dos más importantes cinematografías latinoamericanas en la citada Dios se lo pague.