jueves, 11 de noviembre de 2010

La dama y el duque


“La dama y el duque” ("L'Anglaise et le Duc"), de Eric Rohmer, está basada en el relato autobiográfico de la inglesa Grace Elliott, antigua amante de Philippe d’Orléans y testigo presencial de la Revolución Francesa. Los desastres de la Historia son contemplados por una aristócrata inglesa que asiste al derrumbe de su mundo mientras se decepciona por el comportamiento del hombre al que alguna vez amó. O como la crónica de esos días que cambiaron la historia universal a costa de atropellos inadmisibles. O como una representación fílmica del Terror realizada por un cineasta conservador, acaso reaccionario, que escucha el rugido del pueblo convertido en chusma enardecida. O, mejor, como una cinta de vanguardia que usa el vídeo digital como nadie lo había hecho antes.

Todas esas posibilidades encuentran asidero porque “La dama y el duque” describe un período histórico que se filtra a través de la percepción íntima de una extranjera de mirada afligida por los extraños caminos que toman los acontecimientos. Ella mira el presente a través de las visitas de su ex amante, de los gritos de la masa que entran por su ventana, de los ecos de la ejecución del Rey Luis XVI, de las conversaciones con sus criadas, de su arrojo al dar asilo a un prófugo. Las secuencias transcurren como “piezas de conversación”, retratos de interiores o diálogos de salón que recrean una paradójica impresión de cotidianeidad pero también de radical estilización e irrealidad fílmicas.

Paradojas que recorren una película que narra con equilibrio y racionalidad los duros episodios de una realidad enloquecida. Así, las palabras, por bellas y bien entonadas que luzcan, carecen de poder comunicativo, como las que escuchamos en la promesa de honor incumplida del Duque de Orléans. Y en un mundo de pasiones desatadas y acciones extremas, ellas se muestran a la distancia o quedan “fuera de campo”, como en la secuencia de la ejecución del Rey, narrada por una criada que la observa con binoculares. La Historia es, en “La dama y el duque”, una representación lejana, el contenido de un lienzo de pálido cromatismo, un tumulto que es imposible de representar en clave realista.

Por eso, la película no se ajusta a ningún patrón reconocible de dramaturgia, verosimilitud o realismo cinematográficos. Ni se afilia a un género. Está lejos del cine de Guitry, de Duvivier y, más lejos aún, de la Metro Goldwyn Mayer ilustrando la Revolución Francesa en películas como “María Antonieta” o “Historia de dos ciudades”. Rohmer crea su propio sistema expresivo, como años atrás lo hiciera Roberto Rossellini filmando “La prise du pouvoir par Louis XIV”. Rohmer recoge así la enseñanza de uno de sus cineastas preferidos, pero la radicaliza. No muestra la morosidad de lo cotidiano, los interminables rituales de la nobleza, ni el lado teatral de la solemnidad.

Conservador en lo ideológico, la búsqueda expresiva de Rohmer es de avanzada. Mira la representación de la historia desde la subjetividad de Grace, su personaje principal, pero también desde la sensibilidad de hoy. “La dama y el duque” es una película sobre el pasado grabada con una tecnología que marca el presente y dominará el futuro. Con una cámara digital entre las manos, Rohmer siente que está asistiendo al renacimiento de un arte y, por eso, hace el gesto de partir desde cero. Los actores posan –a veces con afectación teatral, como en el cine de los años veinte- frente a sets virtuales y contemplan el panorama de un París convertido en escenario de alguna película primitiva de Georges Méliés. Militante de la pureza ontológica de la imagen de naturaleza fotoquímica, de su poder de “revelación”, gran discípulo de André Bazín, Rohmer emplea el soporte digital con la conciencia de su imperfección. Indefinición, escasa profundidad, “impureza” y artificio: bases de esa textura incierta con la que se representa la Historia.

Ricardo Bedoya

2 comentarios:

Carlos dijo...

El título real de la película es "La inglesa y el Duque". Por favor corregir.

Páginas del diario de Satán dijo...

El título de exhibición comercial en el Perú fue La dama y el duque. He colocado el título original entre paréntesis para que no se produzcan confusiones.